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Reciclable y reutilizable, el envase de 500 cc y tapa a rosca permite conservar mejor la temperatura y ser transportado sin riesgo de roturas. Nueva presentación, infinitas posibilidades.

En un mundo que burbujea de novedades, también los cambios en los packagings levantan espuma. Ahora llega Chacabuco Chenin en botella de aluminio, para que puedas reusar este envase, irrompible y fácil de llevar, todas las veces que quieras.

La botella, con tapa a rosca, tiene 500 mililitros de capacidad. Esta nueva presentación de Chacabuco Chenin en botella de aluminio está al alcance de los consumidores de todo el país, con vino de igual graduación que en su envase de vidrio: 7%.

La ficha técnica también detalla que el nivel de azúcar es de 70 gramos por litro y su acidez es de 6,80 gramos por litro, con un PH de 3.10. La cosecha es 2022 y la variedad es 100% Chenin Blanc.

De color verdoso pálido con reflejos de acero, tiene sabores tropicales y cítricos, que recuerdan a manzanas verdes, piñas y melocotones blancos.

En boca, al principio tiene un impacto dulce, refrescado de inmediato por una buena acidez. Es un vino ligero y muy aromático.

Es ideal para beber como aperitivo o en compañía de quesos y nueces, mariscos, vieiras o camarones. También para que lo utilices en cócteles. El dato: es perfecto para ser servido a una temperatura de entre 8 y 10°.

Chacabuco Chenin en botella de aluminio

Fácil de abrir y de tomar

En cuanto al diseño de la etiqueta, sigue presente la bicicleta celeste, aunque solo se ve una parte de ella y cobran relieve las frutas que carga en la canasta delantera y que refuerzan la idea de dulzura.

La nueva apuesta de la mendocina Bodegas Los Haroldos (propiedad de la Familia Falasco) implica un vino fácil de abrir, de tomar, de transportar y de reciclar.

Además, permite mejor conservación de la temperatura y está elaborada en un material 100% reutilizable. Y es el primer vino Chenin dulce natural en botella de aluminio de Argentina.

Para los que deseen stockear y comprar 12 unidades, la marca ofrece una elegante caja con la clásica bicicleta. “Es una bebida que se adapta a los nuevos tiempos”, la definen los responsables de Chacabuco Wines, elaboradores de vinos cotidianos que están presentes en las mesas de todo el país.

Una historia sobre ruedas

Corría el año 1939 cuando Haroldo Santos Falasco comenzó un gran sueño. “Don Lolo”, como lo llamaban todos, recorría en su bicicleta las calles de la ciudad bonaerense de Chacabuco.

Haroldo pensó en grande y la bicicleta con la que repartía alimentos y bebidas enseguida le quedó chica. Año tras año, el sueño de “Don Lolo” se acercaba a hacerse realidad: se instaló en Mendoza para crear sus propios vinos.

Sus hijos y nietos continuaron con la actividad. Así, Falasco se volvió una familia íntimamente relacionada con la industria vitivinícola.

En la actualidad, las nuevas generaciones apuntalan con la misma fuerza de siempre los destinos de aquel sueño que comenzó a finales de la década del ’30. Y poseen tres unidades de negocios bien diferenciadas: Bodega Los Haroldos, Bodega Balbo y Familia Falasco Premium Wines.

Los Haroldos se encuentra en el Valle Norte de Mendoza, en el departamento de San Martín. La elaboración de vinos con pasión e innovación es la marca registrada de la compañía.

En la bodega (gigantesca, es la empresa que más uva muele en una sola instalación) todavía se conservan dos bicicletas con las que “Don Lolo” hacía el reparto de vino.

La utilización de uvas provenientes de diferentes suelos, climas y regiones de Mendoza (con inviernos muy fríos, veranos secos y calientes, noches frescas y riego con agua que proviene de la Cordillera de Los Andes), hace posible obtener productos de calidad, tanto en vinos jóvenes como de guarda.

La llegada del Chacabuco Chenin en botella de aluminio se suma a los Torrontés, Viognier, Malbec, Sauvignon Blanc y Rosé de la misma etiqueta. Ahora el catálogo, aparte de estar completo como siempre, brilla por su diseño de avanzada y búsqueda de un equilibrio medioambiental.