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A la hora de combinar la comida y la bebida estas uniones parecen ser infalibles, pero cuál es el motivo por el que las elegimos.

El enunciado “tinto con carne y blanco con pescado” parece un mandamiento tallado en piedra para el que se inicia en el mundo del maridaje, pero puede ser un concepto demasiado simplista. En otra época, donde la influencia del vino y la comida era más reducida, esta regla parecía regir las combinaciones. Pero hoy en día ese concepto podría ser reemplazado por “comer lo que queramos y beber lo que queramos”.

Pero si nos preguntamos por qué surge esta especie de ley del maridaje, la respuesta puede tener su lógica en los componentes y las características típicas de cada estilo de vino que los hacen más adecuados para acompañar cierto estilo de platos.

Es que los vinos tintos suelen tener una carga más alta de taninos y su astringencia puede hacer que el vino se sienta un poco más reseco por sí solo. Entonces, al combinarlo con un trozo de carne sabrosa y con algo de grasa, los taninos pueden suavizarse ya que la grasa disminuye la percepción de taninos. En tanto que los blancos presentan más acidez, lo que al servirse con pescado puede aportar una frescura comparable a cuando rociamos un poco de limón en el plato, según explicó el Dr. Vinny en su publicación de Wine Spectator.

Estos argumentos pueden servirnos como estrategia básica para pensar nuestros maridajes, intentando combinar o contrastar sabores, pesos y texturas para lograr un equilibrio entre el plato y el vino.

Por supuesto, estas reglas pueden modificarse dependiendo de un montón de factores como el método de cocción (a la plancha, asados, ahumado, braseado, al horno, etc.), los condimentos usados, las guarniciones que acompañan, y otras tantas e infinitas variables más que solo estarán limitadas por la creatividad del cocinero y los gustos de cada comensal.

Si querés saber más de maridaje, te invitamos a leer nuestra nota sobre algunos consejos básicos para encontrar las mejores combinaciones de comida y vino.